Hay lugares que se hicieron célebres por su perfección arquitectónica.
La Torre de Pisa… no es uno de ellos.. no me mal interpreten, es bellísima, llena de detalles y terminaciones delicadas, pero tiene algo que es una perfecta imperfección, supongo que ya entienden de que hablo.
Y sin embargo, con sus defectos y todo, ahí está: icónica, viral, inclinada y mundialmente reconocida.
Uno va por la historia, por la postal, por la curiosidad.
Pero también va por el chiste fácil: la foto empujándola, sosteniéndola, pateándola como si fuera un cono de tránsito gigante.
Y sí, yo también lo hice (y no, no voy a mostrar esa foto bochornosa 😅).
Lo extraño es que un error de cálculo en el siglo XII terminó generando uno de los atractivos turísticos más simpáticos de Italia.
Y aunque haya memes y risas, la visita sorprende de verdad: por la inclinación, por la sensación física que da, y por todo lo que la rodea (porque sí, hay mucho más que una torre inclinada).
Esta nota es para contar eso: lo que se ve, lo que se siente y lo que vale la pena saber si vas a visitar Pisa, aunque sea de pasada como me pasó a mí.
Un proyecto ambicioso… que salió torcido
La Torre de Pisa empezó a construirse en 1173, como campanario de la catedral que está justo al lado.
Era parte de un conjunto monumental pensado para mostrar el poder y la riqueza de la ciudad en su época dorada.
Todo venía bien… hasta que llegaron al tercer piso.
Ahí empezó a inclinarse.
¿La razón? Un terreno blando, con una mezcla de arcilla, arena y agua subterránea que no podía soportar el peso de la estructura.
¿Y qué hicieron? ¿Pararon? ¿Rediseñaron? ¿Llamaron a alguien que supiera de suelos?
No. Siguieron construyendo.
Durante casi 200 años —sí, dos siglos— interrumpieron y retomaron la obra, intentando corregir la inclinación construyendo los pisos superiores en diagonal, para compensar. Resultado: una torre torcida, pero aún en pie.
La buena noticia: el error la volvió famosa.
La mala: estuvo a punto de colapsar varias veces.
Recién en los años 90, un equipo de ingenieros logró estabilizarla con técnicas modernas, sacando tierra de un costado y reforzando los cimientos.
Hoy, la torre ya no se inclina más (o al menos, no por ahora).
¿Qué se puede ver (gratis) y qué no?
Si llegás a Pisa con poco tiempo o sin ganas de gastar, tranqui, porque lo mejor lo podés ver sin pagar un euro.
La Torre de Pisa está en una gran explanada abierta al público, y verla desde afuera es gratuito.
Eso sí: si querés subir hasta la cima, ahí sí toca pagar (unos 20 euros, y hay que sacar turno, no es subir y listo).
La torre tiene un mirador en lo alto, al que se accede por una escalera interna.
¿Vale la pena? Depende. Si te da curiosidad la inclinación, o querés ver la ciudad desde arriba, puede ser una linda experiencia. Pero la sensación más fuerte está abajo:
la ves de cerca, te das cuenta que realmente está torcida, y si te parás justo frente a ella, parece que se te va a caer encima.
La clásica foto absurda
No falta el que posa como si empujara la torre, la abrazara o la pateara.
Yo también lo hice (y lo niego hasta el día de hoy).
Algunos logran ángulos geniales, otros hacen el ridículo, y hay familias enteras que se turnan para el mismo chiste.
Es parte del folklore. Es una torre torcida y todos jugamos a enderezarla con la mano (te conviene ir temprano, porque de lo contrario, en tus fotos habrá demasiadas personas).
Y sí, te vas con una sonrisa; en ese lugar, todos somos como niños.
Mucho más que una torre: la Piazza dei Miracoli
La Torre es apenas una parte del conjunto monumental llamado Piazza dei Miracoli (Plaza de los Milagros).
Y el nombre no es exagerado: hay una catedral, un baptisterio, un camposanto monumental… y todo rodeado de una muralla que pocos mencionan, pero ahí está.
La catedral
Justo al lado de la torre está la Cattedrale di Santa Maria Assunta, una joya del románico pisano.
Es imponente por fuera, con mármoles blancos y grises que relucen bajo el sol, y es gratuita para visitar (aunque a veces hay que sacar ticket en la boletería para controlar el ingreso).
Por dentro tiene frescos, mármol y una tranquilidad que contrasta con el caos exterior de turistas sacando selfies.
Dato: el famoso arquitecto Galileo Galilei hizo experimentos con péndulos observando la lámpara del techo de esta catedral (¡orgullo local!).
El Baptisterio
Un edificio redondo, blanco, majestuoso, que parece sacado de un cuento.
Tiene una acústica espectacular, y a veces los custodios hacen una demostración con su propia voz, generando un eco que suena como un coro celestial.
Sí, esto se paga, pero si entrás al combo de visitas, puede valer la pena.
La muralla
Sí, Pisa tiene una muralla medieval que rodea todo el complejo.
Y se puede subir, por un precio muy bajo (o incluso gratis con ciertas entradas combinadas).
Desde arriba se ve todo el conjunto y parte de la ciudad.
Es una vista distinta, sin multitudes, y perfecta para sacarse una foto sin manos torciendo torres.
Pisa: de paso, cuando un desvío se vuelve un acierto
Yo no iba a ir a Pisa.
Estaba recorriendo Cinque Terre, y como quien hojea un mapa y ve que está “relativamente cerca”, decidí pasar.
Fue un desvío espontáneo. Uno de esos movimientos que no estaban en el plan, pero terminan valiendo la pena.
Maneje unos (relativos) pocos kilómetros, estacioné, baje del auto, camine unos metros y ahí estaba: la torre, torcida y brillante bajo el sol.
Sí, hice la foto del empujón y algunas más (probablemente nadie las verá jamás jajaja).
Sí, caminé el parque, miré las iglesias, comí un panino y me fui con esa sensación de haber tachado algo de la lista obligatoria de Italia, algo icónico, pero también de haberle encontrado una belleza que va más allá del meme.
La historia de este lugar es antigua y está muy bien documentada, pero creo que ya les conté lo suficiente; La idea es contarles mi experiencia, sensaciones e invitarlos a no perderse este lugar maravilloso…. la historia detallada se las dejo como trabajo de investigación (si quieren, claro!).
Pisa no necesita defenderse.
Es lo que es: una postal, un error, una historia que salió torcida pero terminó siendo única.
Hay belleza en eso. En lo imperfecto. En lo inclinado. En lo que no debería estar ahí… pero sigue en pie.
Y a veces, un desvío en el camino es lo que más recordás después.
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