¡¡Hace un año ya!!, en un artículo que compartí aquí mismo, exploramos la rica tradición del café en Italia, destacando cómo esta bebida se entrelaza con la historia, la cultura y las costumbres diarias de este país.
Reflexionamos sobre la intensidad del espresso, las variadas preparaciones que existen desde el norte hasta el sur de Italia, y cómo el café se disfruta tanto en la rapidez de un sorbo como en la tranquilidad de una pausa… spoiler alert: mi opinión ha cambiado!
En ese momento también hablamos de los sabores robustos, las técnicas de preparación que requieren destreza y la comparación inevitable con las costumbres cafeteras de otros lugares, como Argentina, destacando las diferencias en la preparación, los estilos de bebidas y el consumo cultural.

Continuando con esa exploración, un año después, les cuento que he profundizado en mi experiencia personal con el café italiano, y aunque inicialmente su fortaleza y amargura podían parecer demasiado intensas, con el tiempo, mi paladar se ha adaptado. He aprendido a apreciar la riqueza de sabores y la calidad excepcional del café aquí, descubriendo el placer en la potencia y complejidad de cada sorbo. Los cafés cortos, lejos de ser meras inyecciones de cafeína, se han convertido en pequeños rituales significativos que ofrecen momentos de pausa y disfrute a lo largo del día.
Sin embargo, a pesar de este acostumbramiento y aprecio por el espresso en su forma más pura, mi preferencia personal se inclina hacia las variantes con leche. Ya sea un macchiato, un capuchino, o alguna otra variante similar, encuentro un equilibrio perfecto esas combinaciones. Incluso, con el tiempo, he comenzado tolerar (pero no preferir) estas bebidas con poca o casi ninguna azúcar, permitiendo que los sabores naturales (insisto, lo tolero, pero no es de mi preferencia).
Este viaje a través del mundo del café en Italia me ha enseñado a apreciar los pequeños placeres de la vida por así decirlo y a encontrar momentos de calma en el día. Aunque inicialmente el café italiano parecía un desafío para mi paladar, ahora es una parte esencial de mi día, algunas veces en el desayuno, otras por la tarde o despues de una comida. La adaptación a los sabores intensos y la apreciación por las variaciones más suaves con leche son testimonio de la riqueza y diversidad que el café italiano tiene para ofrecer, invitando a cada uno a encontrar su propia manera de disfrutar de esta tradición centenaria.
Esta experiencia no solo ha transformado mi paladar de cierta forma; ha reformado mi perspectiva sobre la exploración de nuevos sabores en su totalidad, permitirme volver a probar cosas que no me gustaban, o cosas que no conocía. Antes, la cautela me guiaba al encontrarme con lo desconocido, prefiriendo lo familiar a la aventura de lo nuevo. Ahora, Italia ha generado un cierto quiebre, mi mente ha cambiado para bien, me encuentro más abierto y curioso nuevos sabores que el mundo tiene para ofrecerme, impulsándome a explorar otras tradiciones culinarias y bebidas y enriquecer así mi experiencia en este ámbito…. no veo la hora de ir a Suiza, España, y tantos países más…
Ahora si, los dejo que se me enfriá el café!, nos vemos pronto.
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